La infancia es un período de intensos aprendizajes, y uno de los más importantes –aunque a veces invisibles– es el desarrollo emocional. Desde bebés, los niños y niñas experimentan un abanico de emociones que van moldeando su mundo interno y sus vínculos con los demás. Como adultos, aprender a reconocer, validar y acompañar esas emociones es fundamental para fomentar un desarrollo sano y resiliente.
¿Por qué es tan importante acompañar sus emociones?
Las emociones nos ayudan a entender cómo nos sentimos, qué necesitamos, y cómo relacionarnos con el entorno. En la infancia, aún no se cuenta con las herramientas para nombrarlas o gestionarlas adecuadamente, por eso el rol de madres, padres, cuidadores y profesionales es acompañar ese proceso.
Acompañar no significa evitar que los niños se enojen o se frustren, sino estar presentes, brindar seguridad y ayudarlos a poner en palabras lo que les pasa, enseñándoles que está bien sentir.
Tristeza, enojo, miedo: emociones que también enseñan
A menudo, estas emociones son vistas como negativas o indeseables. Sin embargo, forman parte de la vida emocional de todos y tienen un rol valioso:
- La tristeza permite identificar lo que nos duele o nos falta.
- El enojo marca límites y ayuda a defenderse ante lo que se percibe como injusto.
- El miedo nos protege frente a situaciones desconocidas o potencialmente peligrosas.
Acompañar estas emociones desde la comprensión y sin juicio les enseña a las infancias que sentir no es un problema, sino una forma de conocerse, pedir ayuda y crecer.
Qué decir y qué evitar cuando acompañamos emociones
Qué decir:
- “Entiendo que estés enojado porque no pudiste salir.”
- “Estoy acá si necesitás un abrazo.”
- “A veces estar triste también está bien.”
Qué evitar:
- “No llores, no es para tanto.”
- “Los nenes grandes no tienen miedo.”
- “No te enojes por eso.”
Estas frases, aunque bienintencionadas, pueden invalidar lo que el niño o niña siente y generar confusión o culpa por experimentar emociones naturales.
¿Cómo podemos acompañar desde casa?
- Validá todas las emociones, incluso si son incómodas.
- Ayudá a ponerles nombre: tristeza, enojo, vergüenza, alegría, etc.
- Mostrá con el ejemplo cómo manejar tus propias emociones.
- Promové el juego libre, la lectura y los espacios de expresión.
- Brindales rutinas, contención y escucha activa.
Un entorno familiar que cuida, enseña y acompaña
El hogar es el primer espacio donde se aprende a gestionar las emociones. Allí se construyen los pilares del bienestar emocional que acompañarán a los niños y niñas durante toda la vida.
Fuente: Unicef | childrens.com